Regreso al futuro es una película de ciencia ficción de 1985 dirigida y escrita por Robert Zemeckis, producida por Steven Spielberg y protagonizada por Michael J. Fox ( Marty) y Christopher Lloyd (Doc). Tras su estreno se convirtió en la película más exitosa de ese año, al recaudar más de 380 millones USD a nivel mundial y obtener críticas positivas en su gran mayoría, y hoy ya es una película de culto para todos los amantes de la ciencia ficción.
La
historia comienza en 1985 con Marty McFly, un joven de
diecisiete años de edad que vive con sus padres y sus hermanos en la
ficticia Hill Valley, California; su padre es un hombre fracasado,
tímido y de poco carácter y posee un empleo de mala paga en donde,
además de serle muy servicial a su jefe Biff Tannen, debe soportar
constantes burlas y humillaciones por parte de su superior.
Marty
es enviado accidentalmente a 1955 en una "máquina del tiempo",
construida a partir de un automóvil DeLorean propulsado con plutonio, la
cual fue inventada por el científico, Emmett "Doc"
Brown. Durante su, a veces histérico, pero siempre sorprendente, viaje
de regreso en el tiempo, Marty debe asegurarse que sus futuros padres,
entonces adolescentes, se conozcan y se enamoren - para que él pueda
volver al futuro.
Los viajes en el tiempo, ya sean al pasado o al futuro, han tenido un lugar destacado en la literatura de Ciencia-Ficción. Desde que H.G. Wells escribiese "La Máquina del Tiempo" (1895), enviando a su protagonista varios miles de años hacia adelante -concretamente al año 802.701-, otros escritores -con mayor o menor fortuna- optaron también por adentrarse en semejantes paradojas. En 1899, Mark Twain hizo lo propio con "Un yanqui en la corte del rey Arturo", aunque en esta ocasión el protagonista viajó unos cuántos siglos atrás. En 1923, el escritor E.V. Odle ofrece otra sugerente posibilidad en "The Clockwork Man": un personaje del futuro llega accidentalmente a nuestra época.
El deseo humano por trascender la realidad cotidiana ha sido perfectamente reflejado en las novelas de ciencia-ficción dedicadas a los viajes temporales, algunas de las cuáles -como la citada obra de Wells- han sido luego llevadas a las pantallas del cine. Sin duda, la ciencia-ficción ha bebido de las fuentes del progreso científico y tecnológico -no hay más que recordar las extraordinarias obras de Julio Verne-. Es por ello que, cuando Albert Einstein comenzó a desarrollar a principios de siglo su revolucionaria Teoría de la Relatividad -según la cual el tiempo no es absoluto sino relativo-, numerosos autores de literatura fantástica descubrieron ahí un buen material para sus trabajos narrativos.
El tiempo, desde nuestra percepción humana, parece transcurrir en una sola dirección: del pasado al futuro. Es la llamada "flecha del tiempo". Cada día que pasa envejecemos un poco más, cuando cae una taza al suelo se rompe en pedazos, etc. etc. Nunca ocurre lo contrario. Ni rejuvenecemos ni la taza salta desde el suelo recobrando su forma original.
En su exitosa obra "Historia del Tiempo" (1988), Stephen Hawking aclara que existen tres flechas del tiempo que distinguen el pasado del futuro. "Son la flecha termodinámica, la dirección del tiempo en la cual el desorden aumenta; la flecha psicológica, la dirección del tiempo según la cual recordamos el pasado y no el futuro; y la flecha cosmológica, la dirección del tiempo en la cual el universo se expande en vez de contraerse", explica Hawking. Pero no siempre las cosas son como aparentan ser. A principios de este siglo, la teoría de la relatividad y la teoría cuántica proporcionaron algunos sorprendentes descubrimientos sobre la naturaleza del tiempo.
También a escala microscópica, en el mundo de las partículas subatómicas, el tiempo parece comportarse de forma bastante desconcertante. De hecho, a ese nivel no podemos hablar de pasado o de futuro, puesto que las partículas elementales -que suelen alcanzar velocidades próximas a la luz-obedecen leyes reversibles en el tiempo. El físico norteamericano Richard Feynman sugirió la posibilidad de que el positrón (antielectrón) fuese en realidad un electrón que se traslada del futuro al pasado..., pero eso es otra historia....
"¿Qué es, pues, el tiempo?...Si nadie me lo pregunta, sé lo que es; Si quiero explicarlo a quien me lo pregunta, entonces, no lo sé". (San Agustín, "Confesiones", Libro IX)
"End of transmission"
Los viajes en el tiempo, ya sean al pasado o al futuro, han tenido un lugar destacado en la literatura de Ciencia-Ficción. Desde que H.G. Wells escribiese "La Máquina del Tiempo" (1895), enviando a su protagonista varios miles de años hacia adelante -concretamente al año 802.701-, otros escritores -con mayor o menor fortuna- optaron también por adentrarse en semejantes paradojas. En 1899, Mark Twain hizo lo propio con "Un yanqui en la corte del rey Arturo", aunque en esta ocasión el protagonista viajó unos cuántos siglos atrás. En 1923, el escritor E.V. Odle ofrece otra sugerente posibilidad en "The Clockwork Man": un personaje del futuro llega accidentalmente a nuestra época.
El deseo humano por trascender la realidad cotidiana ha sido perfectamente reflejado en las novelas de ciencia-ficción dedicadas a los viajes temporales, algunas de las cuáles -como la citada obra de Wells- han sido luego llevadas a las pantallas del cine. Sin duda, la ciencia-ficción ha bebido de las fuentes del progreso científico y tecnológico -no hay más que recordar las extraordinarias obras de Julio Verne-. Es por ello que, cuando Albert Einstein comenzó a desarrollar a principios de siglo su revolucionaria Teoría de la Relatividad -según la cual el tiempo no es absoluto sino relativo-, numerosos autores de literatura fantástica descubrieron ahí un buen material para sus trabajos narrativos.
El tiempo, desde nuestra percepción humana, parece transcurrir en una sola dirección: del pasado al futuro. Es la llamada "flecha del tiempo". Cada día que pasa envejecemos un poco más, cuando cae una taza al suelo se rompe en pedazos, etc. etc. Nunca ocurre lo contrario. Ni rejuvenecemos ni la taza salta desde el suelo recobrando su forma original.
En su exitosa obra "Historia del Tiempo" (1988), Stephen Hawking aclara que existen tres flechas del tiempo que distinguen el pasado del futuro. "Son la flecha termodinámica, la dirección del tiempo en la cual el desorden aumenta; la flecha psicológica, la dirección del tiempo según la cual recordamos el pasado y no el futuro; y la flecha cosmológica, la dirección del tiempo en la cual el universo se expande en vez de contraerse", explica Hawking. Pero no siempre las cosas son como aparentan ser. A principios de este siglo, la teoría de la relatividad y la teoría cuántica proporcionaron algunos sorprendentes descubrimientos sobre la naturaleza del tiempo.
También a escala microscópica, en el mundo de las partículas subatómicas, el tiempo parece comportarse de forma bastante desconcertante. De hecho, a ese nivel no podemos hablar de pasado o de futuro, puesto que las partículas elementales -que suelen alcanzar velocidades próximas a la luz-obedecen leyes reversibles en el tiempo. El físico norteamericano Richard Feynman sugirió la posibilidad de que el positrón (antielectrón) fuese en realidad un electrón que se traslada del futuro al pasado..., pero eso es otra historia....
"¿Qué es, pues, el tiempo?...Si nadie me lo pregunta, sé lo que es; Si quiero explicarlo a quien me lo pregunta, entonces, no lo sé". (San Agustín, "Confesiones", Libro IX)
"End of transmission"
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